miércoles, 22 de mayo de 2013

Un ruego: pensar antes de bajar los impuestos

El otro día me abordaron después de una charla para decirme que era necesario bajar impuestos para fomentar la demanda interna y, así, colaborar a la salir de la recesión que tanto nos hace sufrir. Quien me lo dijo, argumentó haberlo escuchado en muchos medios de comunicación como elemento de peso casi incontestable.

Lo primero que se me pasó por la cabeza fue alegrarme por el equilibrio conseguido en la balanza de pagos, porque aunque todavía precario, abre márgenes para aplicar políticas de expansión de la demanda interna española sin incurrir en el riesgo de transferir renta al exterior o, o lo que es lo mismo, no acumular deuda para generar actividad en otro país.

Pasado el primer alborozo por éste exito colectivo, recordé que el saldo negativo de las cuentas públicas españolas fue todavía muy amplio en 2012 (alrededor del 7% sin tener en cuenta los gastos extraordinarios) y que el objetivo para este año era reducirlo al 6,2% del PIB. Pero bueno, para rebajar el déficit tanto vale reducir el gasto como aumentar los ingresos, y la teoría del multiplicador de la demanda agregada dice que una bajada de impuestos puede aumentar en una proporción mayor la actividad económica a través del impulso en el consumo y la inversión. De ser así, la pérdida inicial de recaudación se convertiría en un aumento superior de los ingresos públicos, además de haber colaborado a crear empleo (o como mínimo a no destruirlo).

Suena bien la operación si se cumple el encadenamiento. Como soy un poco desconfiado con mis primeras impresiones, recuperé de mi cabeza que el efecto multiplicador de los impuestos es inferior al del gasto público porque el receptor de la bajada puede decidir no dedicar al consumo o la inversión su mayor renta sino que puede destinarla a … ahorrar. Seguí con el razonamiento y pensé que por dos motivos, el actual contexto es el ideal para aumentar el ahorro. El primero como dice la teoría económica es el motivo de precaución que en palabras coloquiales, significa que quien aumenta su renta por una bajada de impuestos puede pensar que es mejor guardarla, por si acaso pierde su empleo o su negocio empeora. El segundo porque un país muy endeudado como es España (la deuda privada sigue instalada en 2 billones de euros), las personas y las empresas pueden dirigir esa mayor renta a reducir la deuda. A desapalancarse como se dice en la jerga económica.

Si estos dos efectos predominan sobre el de consumir e invertir más, la operación de bajada de impuestos no cumpliría con el objetivo de mejorar la actividad económica y, sin embargo, empeoraría la muy delicada posición de las cuentas públicas españolas. Por otro lado, pensé, que con unos ingresos públicos inferiores en 9 puntos del PIB a la media de la Zona Euro, bajar los impuestos parecía algo estrafalario.

Después de tanto pensar, la persona que me había abordado, ya se había ido; pero bueno, pensar siempre ayuda a ordenar las ideas.

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