La economía española después de un largo e intenso periodo de caída en su actividad, comenzó su recuperación en 2014. En los últimos cuatro años, el promedio de la tasa anual de crecimiento ha sido el 2,5% y se han creado 1,7 millones de empleos equivalentes a tiempo completo.
A pesar del cambio de tendencia hay muchas referencias a la elevada desigualdad que se ha instalado en la población española. Una situación cierta a la vista de algunos indicadores (salarios y condiciones de trabajo especialmente los puestos menos cualificados) que no obstante, no se confirma tanto cuando se observa en el gráfico que recoge el porcentaje de personas por debajo del umbral de pobreza, no era tampoco especialmente bueno durante la anterior etapa expansiva.
A pesar del cambio de tendencia hay muchas referencias a la elevada desigualdad que se ha instalado en la población española. Una situación cierta a la vista de algunos indicadores (salarios y condiciones de trabajo especialmente los puestos menos cualificados) que no obstante, no se confirma tanto cuando se observa en el gráfico que recoge el porcentaje de personas por debajo del umbral de pobreza, no era tampoco especialmente bueno durante la anterior etapa expansiva.
Eludiendo el interesante debate sobre cual es el mejor estadístico para medir la desigualdad (diferente de pobreza), considero que la todavía elevada tasa de
desempleo es suficiente para darse cuenta de la gravedad de la situación, a pesar de su reducción en diez puntos desde el
inicio de la recuperación económica (del 26% al 16,5%).
Para entender la situación actual merece la pena mirar un
poco hacia atrás y analizar la situación de partida y algunas de las políticas
que, con mayor o menor éxito, se aplicaron desde el inicio de la crisis en el
segundo trimestre de 2008.
En economía como en otros aspectos de la vida, las causas son
importantes pero también lo es la magnitud de las cifras que acompañan a esas causas.
En el gráfico siguiente se puede observar que la economía española acumuló durante
la anterior etapa expansiva un doble déficit en dos aspectos clave: comercial y
fiscal.
En 2007 la balanza de pagos por cuenta corriente finalizó con
un déficit del 9,9% del PIB, lo que implica que uno de cada diez euros de
actividad de la economía española en ese año estaba apoyada en la creación de deuda
con el exterior. El proceso de deterioro se inicia en 1994, pero como se aprecia
en el gráfico se acelera bastante desde 2002 hasta alcanzar su máximo en 2007.
El deterioro de la balanza de pagos corrió en paralelo con el
endeudamiento de los agentes económicos españoles que se incrementó en 90
puntos del PIB desde 2002 a 2008, de los que casi 60 puntos se correspondieron
con préstamos hipotecarios concedidos por la banca española.
La posición alcanzada demostraba inequívocamente que la
oferta productiva española era incapaz de adecuarse a una demanda interna
inflada artificialmente con una deuda enorme del sector privado (1,9 veces el
PIB anual).
Dos años después, en 2009, en tan solo dos años, se pasa de
un superávit (1,7% del PIB) a un abultado déficit en las cuentas públicas (-11%
del PIB). Este rápido y abrupto cambio, sin duda era reflejo de la extrema
debilidad estructural de un sistema tributario construido para funcionar en una
burbuja inmobiliaria y financiera, pero incapaz de sostenerse por sí mismo en
otras condiciones.
El hundimiento del crédito y con él de la actividad económica,
fue el detonante de un severo castigo sobre la ocupación. El gráfico siguiente
que recoge la evolución del número de ocupados y la tasa de desempleo es
bastante trágico, no solo por la pérdida de 3,3 millones de empleo sino porque
además muestra que ni siquiera una súper burbuja de una década de duración
había permitido en su punto más álgido que España alcanzara el pleno empleo.
El lector puede pensar que todo lo contado hasta a aquí todo es
conocido. No le falta razón y por eso le pido paciencia, pero para comprender el relato actual es
conveniente recordar la magnitud de la avería producida por un comportamiento
muy poco maduro de la sociedad española, pero en especial de quienes tuvieron
la oportunidad de por lo menos frenar la magnitud del problema como son los que
aplicaron una política fiscal expansiva cuando la demanda privada estaba
recalentada y quien debía controlar la generación de crédito bancario en un
contexto de creación de dinero superior al 10 por ciento anual acumulativo.
Es cierto que ayudó una política monetaria europea con bajos
tipos de interés y la buena disposición de terceros a financiar la deuda
española. También es cierto que Alemania se ha aprovechado más de su
participación en el euro al eludir una posible revaluación de su moneda por sus
altos superávits comerciales, pero en última instancia fueron los agentes
económicos española los que aceptaron los préstamos y los que decidieron su
destino.
El paso de los años ha demostrado que la situación en 2009
era dramática aunque costó mucho aceptarlo (se llegaron a utilizar términos
como desaceleración acelerada). El retraso en la asunción del problema fue
clave para no adoptar decisiones que podrían haber reducido los daños. Por
ejemplo, haber recapitalizado el sector financiero -Cajas de Ahorro- cuando los
mercados estaban abiertos y con un precio razonable o, haber alcanzado un sólido
pacto de rentas.
Como es conocido la decisión también fue la contraria. En el
capítulo de empleo porque siendo cierto que había actividades
sobredimensionadas directamente relacionadas con la construcción sin mucha
solución de futuro al pincharse la burbuja, no ayudó nada a frenar la
destrucción de empleo el elevado aumento salarial aplicado en el periodo 2008-2010,
incoherente con la pésima situación económica. Cuando más necesaria era la
flexibilidad interna no se presentó en el escenario y las consecuencias han
sido muy negativas para muchas personas (trabajadores y empresarios).
Tampoco ayudó nada limitar la destrucción de empleo una
legislación que en la práctica no reconocía el despido por causas económicas y
que por tanto, encareció las salidas a las empresas.
No es descabellado pensar que haber alcanzado en 2008 un
acuerdo de moderación salarial como el suscrito en 2011 junto con una más
flexible interpretación del despido por causas económicas hubiera permitido
limitar mucho la destrucción de empleo en España. Una ayuda a la que se podría
haber sumado una rápida recapitalización bancaria que hubiera limitado el corte
de crédito dirigido a dotar de liquidez a las empresas.
La economía española estaba colapsada sin financiación para
afrontar un desmesurado nivel de deuda privada –una buena parte de la misma con
el exterior por valor de 1,7 veces su PIB- y sin margen en política fiscal al
haber alcanzado un saldo anual de dos dígitos del PIB.
Sin esa financiación, era imprescindible cerrar el déficit
comercial con el exterior. Al formar parte de una moneda compartida con otros
países, el euro, no se disponía de la posibilidad de devaluar tu moneda para
mejorar tu posición aumentando tus exportaciones gracias a su menor precio
comparado. Claro que el éxito de esta herramienta además de implicar la salida
de la Zona Euro, un asunto nada menor, depende del grado de dependencia del
país de las importaciones. Si es elevado, como es el caso de España con los
productos energéticos y algunos otros, es necesario absorber el impacto del
mayor coste de las importaciones sobre los precios internos porque de no ser
así, en un breve plazo se pierde la ventaja conseguida con la devaluación de la
moneda.
Es decir, se necesita un pacto de rentas que garantice que no se
producirá ese traslado de los mayores costes a los precios de las
exportaciones. En definitiva, los mismos requisitos de una devaluación interna,
la política aplicada en España.
Se critica que esta devaluación ha recaído más sobre los
salarios que sobre los excedentes empresariales. Es bastante posible que haya
sido así y que los mayores excedentes se hayan utilizado más para reducir deuda
de las empresas que para aumentar los beneficios repartidos por las empresas.
También puede ser cierto que un mayor interés por el consenso de los agentes
sociales y económicos desde el inicio de la crisis podría haber cambiado este
resultado, pero en última instancia ha conseguido revertir una situación
insostenible y la economía española acumula seis años seguidos de superávit en
la balanza de pagos. Una posición no alcanzada en la historia moderna de la
economía española que cuando utilizó la devaluación se limitaba a un máximo de
2 años y, además, se quedaba de forma permanente con el incremento de precios.
El gráfico adjunto muestra que la evolución de las
exportaciones españolas en relación con el PIB ha mantenido la tendencia
anterior una vez superado lo más álgido de la crisis, pero también recoge un
descenso de las importaciones que han permitido una mejor acomodación entre
oferta y demanda nacional.
Siguiendo algunas de las definiciones al uso, la evolución de las
exportaciones podría interpretarse como que con la política aplicada en España no
ha ayudado a ganar competitividad, pero en desde una perspectiva más amplia de ese concepto como puede ser la capacidd de vender más productos propios de los que compras a
la vez que aumentas tu PIB, la economía española ha mejorado sensiblemente su competitividad al conseguir
revertir su saldo de balanza de pagos manteniendo un superávit de forma
estable.
Pasado lo peor de la crisis, se trata ahora de aplicar
políticas que mantengan los avances conseguidos y mejoren las deficiencias de
nuestra oferta productiva. Algo nada fácil de lograr porque todavía se sufren severas
restricciones entre las que destaca la elevada tasa de desempleo estructural
que puede estar situada en torno al 13% del PIB, es decir, el tejido productivo
español no tiene la capacidad de utilizar toda la oferta de trabajo con marco
de relaciones laborales en el que tampoco parece haber avanzado lo suficiente
la flexibilidad interna en el mercado de trabajo.
La creación de empleo estable debe ser uno de los objetivos prioritarios de la sociedad española cuando se tiene todavía una tasa de desempleo del
16,5% de la población activa. En este trance se puede apelar a expandir la
demanda interna en sus componentes de consumo e inversión. Puede ser una buena
idea siempre y cuando se tengan en cuenta algunos límites básicos:
- Los aumentos salariales deben acomodarse a las mejoras de productividad de las empresas porque de otra manera, los trabajadores pueden acabar dirigiendo una parte demasiado grande de su mayor consumo a productos del exterior favoreciendo el crecimiento de la renta en otros países y generando más deuda a la sociedad española.
- Las inversiones deben estar dirigidas a mejorar el potencial de crecimiento de la economía española, alejadas de criterios aparentes y/o clientelares como los utilizados en la anterior fase expansiva del ciclo económico.
- Las cuentas públicas deben proseguir la senda de saneamiento para conseguir un nivel de deuda sostenible a medio y largo plazo.
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