sábado, 8 de marzo de 2014

Crecimiento y desigualdad

El proceso de desigualdad en la distribución de la renta ha crecido dentro de muchos países y también se ha reducido bastante entre países debido al mayor peso que juegan los países emergentes dentro del comercio internacional. La desigualdad ha aumentado en muchos países avanzados debido a varias causas. Una principal ha sido el aumento del número de personas sin empleo que ha golpeado especialmente en algunos países como España y Grecia. También se ha asistido a una progresiva dualización en el mercado laboral entre trabajos cualificados y no cualificados, con una disminución de la remuneración de estos últimos debido a la competencia de los países emergentes en cada vez más ramas de actividad. Por último, también se se está asistiendo a un procesos de concentración en los niveles superiores de renta como consecuencia de las operaciones de compra de activos financieros y no financieros amparadas por las políticas monetarias muy expansivas aplicadas desde el inicio de la crisis (léase como muestra este artículo de Stephen S. Roach).

Hay diferentes teorías sobre el efecto de la desigualdad en el crecimiento que superan la presentación de explotación por parte de los ricos, tal y como refleja el debate entre Stiglitz y Krugman en el New York Times (2013). Para unos la acumulación de renta en los deciles altos de renta permite disponer de más inversión y para otros precisamente esa acumulación limita el consumo al estar comprobada la menor propensión al consumo a partir de un determinado nivel de ingresos. Desde esa perspectiva, la mayor influencia de cualquiera de los dos factores decantaría la balanza. 

La lógica lleva a pensar que un aumento de las diferencias en la distribución de la renta y, sobre todo, la falta de empleo, aumenta la posibilidad de conflictos sociales por la falta de identificación de colectivos de personas dentro de una lugar que no les permite satisfacer sus necesidades básicas. Por otra parte, el deterioro de la posición de la clase media penaliza el potencial de crecimiento de la demanda interna de los países y, por ende, puede limitar su capacidad de crecimiento siempre y cuando no incurra en graves desequilibrios comerciales. 

La solución no es fácil al haberse producido cambios muy importantes dentro del comercio mundial y el poder geopolítico de los países en las últimas décadas. Un cambio que en parte ha querido ser tapado en los países más ricos por el desarrollo de burbujas en sectores sin competencia en un contexto de exceso de financiarización de la economía. Desde este criterio, la reducción de la desigualdad en los países avanzados pasa por encontrar una solución cierta y sostenible a la pérdida de competitividad en bienes y servicios en la que se ha incurrido con los países emergentes en las últimas décadas para tener la posibilidad de crear empleo con una retribución razonable. Junto a este reto se necesitaría disponer de un ordenamiento fiscal más homogéneo -por lo menos en la Unión Europea- que permita la redistribución de renta mediante políticas públicas de ingreso y gasto. Dos condiciones que actualmente no se cumplen y aparecen difíciles de alcanzar, entre otras cuestiones porque no se plantean con claridad.

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