viernes, 14 de marzo de 2014

Efectos del tipo de cambio del euro y posibles actuaciones

El tipo de cambio del euro con el resto de las divisas tiene influencia en variados aspectos de la vida económica que además, se pueden analizar desde varias perspectivas temporales. Su valor actual  (1,38 US dólares por €), uno de los más altos alcanzados desde su nacimiento en 2002 (ver gráfico siguiente), tiene ventajas para los países que lo integran al abaratar el precio de las importaciones en general, con el consiguiente efecto a la baja de la inflación y el abaratamiento de productos utilizados como bienes intermedios en el proceso de producción. El impacto positivo es especialmente significativo en los productos energéticos (petróleo y gas), de los que la mayor parte de los países europeos tienen una gran dependencia. En contrapartida, la apreciación del tipo del euro eleva el precio relativo de los productos propios frente a los de terceros países, perjudicando la posibilidad de exportarlos cuando no se cuenta con otros elementos adicionales al precio para competir (preferencia del consumidor a pesar del precio).

La suma de efectos de un tipo de cambio tan robusto da un resultado negativo dado que las importaciones son solo una parte del producto final exportado y la incidencia sobre la inflación no es tan necesaria al tener ya unos precios muy bajos en toda la Unión Europea (tasa anual del 0,8% en febrero 2014). Este tipo de cambio tan potente perjudica en mayor medida a los países periféricos de la Zona Euro, al limitar el potencial de rentabilidad del gran esfuerzo de devaluación interna de precios realizado por estos países en los últimos años.



Con la normativa vigente, el objetivo del Banco Central Europeo (BCE) se limita a conseguir la estabilidad de precios concretada en una inflación cercana al 2% en el medio plazo. A diferencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, el BCE no incluye entre sus objetivos la reactivación de económica y el pleno empleo. Además, tiene prohibido (artículo 123) la monetización del déficit público (compra de "bonos nuevos") y tampoco incluye en su misión conseguir un determinado tipo de cambio coherente con estos dos últimos objetivos, aunque su Gobernador, Mario Draghi, ha reconocido recientemente la influencia del tipo de cambio sobre el crecimiento y la estabilidad de precios. Por otra parte y posiblemente con más influencia en la práctica, la dicotomía entre países acreedores y deudores dentro de la Zona Euro concretado en su saldo en la balanza de pagos, dificulta la aplicación de una política monetaria a gusto de todos los países miembros.

Reseñadas las restricciones legales del BCE, la baja inflación actual en la Zona Euro y la constatación de la existencia de un problema de tracción del crédito dentro del sistema financiero europeo (ver gráfico con evolución de base monetaria M1 y el dinero total en circulación M3 desde inicio de la crisis) abre la posibilidad de aplicar una política monetaria más expansiva desde el Banco Central Europeo. No hay que esperar una expansión cuantitativa con monetización del déficit (QE) como la aplicada por la Fed que, por otra parte no hay que olvidar también ha generado efectos colaterales negativos (desigualdad distribución de renta, distorsiones en países emergentes y aumento de deuda pública), pero es posible que el BCE procediera a un aumento del volumen de las operaciones de reposición de cédulas hipotecarias y una ampliación de esta política a créditos a las PYMES en poder de la banca. Una política expansiva de cambio de crédito privado ya concedido por dinero liquido, abre la posibilidad de generar nuevo crédito bancario al facilitar el necesario ajuste de los balances de los bancos; a la vez que muy posiblemente depreciaría el tipo de cambio del euro en un porcentaje más equilibrado para los intereses de la mayoría de los países miembros.


La perspectiva a largo plazo abre más interrogantes sobre cómo encontrar un equilibrio estable en los tipos de cambio a nivel mundial y el papel que jugará cada una de las grandes monedas, en especial aquellas que pretendan jugar el papel de reserva. Dentro de los movimientos hay que esperar a conocer cual será el papel del yuan (renminbí) al representar a una economía como la china con un peso cada vez más importante dentro del comercio y la producción mundial.

En el medio y largo placo no parece sostenible un juego continuo de "empobrecimiento del vecino" articulado alrededor de la permanente depreciación de los tipos de cambio de todas las monedas para ganar competitividad-precio. Tampoco parece que en este hipotético futuro, una moneda en la que participe Alemania deje de ser una moneda acreedora (ver gráfico siguiente), con lo que afecta sobre un tipo de cambio del euro relativamente elevado. De ser cierta esta aseveración sobre la fortaleza estructural de la moneda única europea, la Zona Euro tiene todavía más motivos para reforzar todos aquellos aspectos que reduzcan las actuales deficiencias para construir una área monetaria más optima, de manera que se alcance una unión fiscal y bancaria igual de fuertes y un potencial de producción y generación de renta mucho más homogéneo en los países miembros.


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