sábado, 10 de mayo de 2014

Desigualdad y equidad: causas, consecuencias y otras cosas

Texto redactado a partir de mi aportación al blog Economismo del diario El País sobre el tema ¿qué consecuencias tiene una desigualdad al alza?

La desigualdad en la distribución de la renta ha crecido dentro de los países más ricos pero ha estado acompañada de una disminución entre países ricos y pobres, es decir en términos agregados dentro del mundo ha desaparecido por el crecimiento en los países emergentes donde viven millones de personas que tenían un nivel de vida muy inferior al actual. No se puede hablar, por tanto, de aumento en la desigualdad a nivel mundial. En este momento en el que se habla mucho de la acumulación de la renta en un porcentaje reducido de la población no de concede la necesaria importancia a la incidencia del desplazamiento de la producción hacia los países emergentes, inicialmente de bienes de bajo valor añadido pero que cada vez más compiten en segmentos de calidad media y alta, como una de las causas del aumento en la desigualdad en los países avanzados, al haber perdido éstos últimos cuota de mercado en productos que antes controlaban casi totalmente.

La fuerte destrucción de empleo provocada por las diferentes crisis iniciadas en 2009, es también una causa de la profundización en la desigualdad, en especial en los países periféricos de la Unión Europea. En el caso español, la pérdida de 4 millones de empleo es un elemento determinante para explicar el deterioro en la igualdad en la distribución de la renta que podía haber sido mucho peor de no disponer de un sistema de prestaciones económicas al desempleo que con sus carencias ha permitido disponer de una renta de sustitución a millones de personas. 

El empobrecimiento de la población, no obstante, se localiza bastante más localizado entre los trabajadores con menor cualificación que en aquellos que ocupan puestos de trabajado más cualificados. Una consecuencia más del proceso de transferencia de producción a nivel mundial que perjudica claramente a los trabajadores con menos formación en un contexto de reducción del tejido productivo a nivel nacional de ese tipo de actividades.

Hay que realizar, sin embargo, una distinción entre desigualdad en la distribución de la renta y menor equidad. La profundización en una desigual distribución de la renta es preocupante porque implica que unos segmentos de población van a acaparando la riqueza en una proporción excesiva frente a otros. La desigualdad puede en caso español limitarse significativamente si se consigue crear más empleo; pero es bastante más dañino el deterioro en la igualdad de oportunidades de las personas porque implica la imposibilidad de progresar dentro de la sociedad. La pérdida de equidad, entendida como un peor trato concedido a las personas que realizan esfuerzos similares, supone un claro desincentivo para integrarse y sentirse partícipe de una sociedad, que puede provocar conflictos sociales y limitar la capacidad de crecimiento de la economía. Un deterioro en equidad al que se puede unir la desesperanza y pauperación de la vida de las personas peor tratadas si no cuentan con una adecuada atención desde el sector público construida, por lo menos a partir de criterios rawlsianos (aquellos creados bajo el criterio de articular un trato para ti en el caso de que sufrieras una situación similar). 

Para mejorar la actual situación en los países avanzados es necesario buscar una solución estructural a los cambios acaecidos en la distribución del poder comercial en el mundo durante las dos últimas décadas, distinta a la generación de burbujas a partir del aumento de los precios de bienes no comerciables, inmobiliarios y de productos financieros que siempre terminan una acumulación de deuda (privada y pública). Esa es la clave de bóveda que marcará el devenir futuro de nuestras sociedades.

En cualquier caso, un marco de negociación colectiva más amplio y cooperativo entre trabajadores y empresa con el propósito de conseguir más flexibilidad interna puede ser un elemento clave para mejorar la competitividad de una economía con más estabilidad en el empleo y una distribución más equilibrada de la renta ajustada a los ciclos económicos. En paralelo, un país puede, con cualquier nivel de renta disponible, aplicar una política redistributiva mediante una política fiscal (ingresos y gastos) diseñada para mejorar la eficiencia en uso de los factores productivos disponibles y la equidad en la distribución de los esfuerzos. Una política fiscal sostenible financieramente en el tiempo que cuente con una ejecución honesta por los responsables de cada nivel de gobierno. El nivel de aversión a la desigualdad de cada sociedad debe marcar los parámetros y la dimensión de la política fiscal, aunque en la actualidad el deterioro del prestigio de los políticos en algunas sociedades como la nuestra, juega en contra del apoyo de la población a la acción del sector público.

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