Las
malas coyunturas suelen ser caldo de cultivo para la radicalización de las
posiciones, más que de las ideas. Digo posiciones porque entonces las opiniones
deben cumplir con la doble condición de machacar al enemigo sin causar daño a
ninguno de los nuestros.
La
sociedad española sufre de una crisis dramática que afecta a múltiples ámbitos.
Uno de ellos, el más tratado, es el económico. Después de cuatro largos años, las
explicaciones de las causas que han llevado a la economía española a la penosa
situación actual son varias y, en mi opinión, muchas de ellas incompletas. Falta
una visión global que permita articular una solución colectiva donde se diluyan
los legítimos intereses particulares de cada uno de nosotros o, más bien donde
se incorporen todos ellos. Sin tener una perspectiva global nadie puede asumir
y, mucho menos entender, porqué se le exige un esfuerzo determinado y, su
respuesta será que se lo apliquen a otro que a su parecer tiene más culpa en el
origen de la crisis.
La
parcialidad está instalada en quienes se amparan en la mala herencia recibida
cuando su propio partido defendió un modelo productivo de base especulativo
(total liberalización del suelo) y ha sido gestor principal en niveles de
gobiernos muy significados con la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción
(la Comunidad Valenciana es el buque insignia). La exclusiva en la parcialidad,
sin embargo, no está en ese partido que apoya al actual Gobierno de España. Dentro
del planteamiento incorporado en la propaganda de un colectivo de opinión
autocalificado de izquierdas, llama la atención una falla algo interesada en su
análisis. Para ellos, el periodo 2003-2010, no existe; han corrido un tupido
velo sobre las decisiones adoptadas en este periodo y un profundo olvido de sus
responsables, para retrotraer su análisis a la decisión de liberalizar el uso
del suelo adoptada por el Gobierno de José María Aznar en 1996. Desde entonces,
hay un largo y enorme agujero negro que aterriza en las medidas adoptadas en
2010.
En
mi opinión, las decisiones adoptadas en el largo espacio de tiempo delimitado
por 1996 y 2008 tienen una gran responsabilidad en los males que ahora sufrimos,
pero especialmente las adoptadas entre 2000 y 2008. Me explico. En este
periodo, España mantuvo una tasa de ahorro superior a la alemana, cierto, pero
la malgastó dirigiéndola íntegramente a la compra de viviendas con un precio
inflado artificialmente. Tan inflado que el ahorro bruto nacional fue inferior
a la Inversión bruta nacional y, por consiguiente, necesitó de la inversión
internacional para financiarla. El ahorro neto español (lo que queda después
realizar las inversiones, y comprar una casa está considerada como tal), por
tanto, fue negativo, lo que creaba una intensa dependencia con el exterior: grandes
sumas de intereses a pagar y una baja ampliación del capital productivo propio.
Conviene recordar que las casas solo generan riqueza mientras se construyen,
salvo que se dediquen posteriormente al alquiler -un uso poco habitual en
nuestro país-. Tenemos muchas deudas y en contrapartida tampoco tenemos más y mejor
tejido productivo que genere riqueza de forma sostenida para hacer pagar el
principal de la deuda y los intereses. Con el inconveniente adicional que con el
pinchazo de la burbuja hay que afrontar una reducción del inexplicable valor que
alcanzaron los activos inmobiliarios –la garantía de pago de la deuda- gracias a
un proceso fuera del sentido común. Ni siquiera vendiendo todas las casas
podríamos pagar la deuda.
A
casi nadie le preocupó que los saldos negativos de la balanza de pagos se
acumularan año tras año con la consiguiente dependencia española del exterior. Mentira
a algunos sí, pero fuimos una inmensa minoría que cosechó escaso éxito cuando
no repulsas por ser mensajeros de malas nuevas que empalidecían el escenario
victorioso. Nuevamente, se mata al mensajero para no asumir la mala noticia
o, puede que para encubrirla y mantener el engaño.
La
pregunta clave es por qué sucedió todo este disparate ahora tan claro. Algunos
acusan a los inversores extranjeros que nos prestaron el dinero del que
disponían gracias a la laxa política monetaria del Banco Central Europea (tipos
de interés bajos). Algunos más atrevidos disparan contra la pérfida Alemania
que invertía aquí los beneficios obtenidos vendiendo mercancías a la propia
España después de beneficiarse de un más favorable tipo de cambio fijado en el
momento de crear la moneda única.
Hay
otra explicación menos condescendiente con nosotros. El regulador español permitió
el origen del problema: la concesión del préstamo por las entidades bancarias;
paso previo del posterior endeudamiento con el exterior, porque si no daban
créditos ¿para qué iban a pedir prestado a terceros?. Claro que continuando el
razonamiento, sin la desmesura en el crédito tampoco aumenta el precio de la
vivienda y, por tanto, no hay transacciones y no hay beneficios para los
implicados (muchos, variados y no sólo gente rica). Tampoco hay buenas tasas de
crecimiento y empleo para mejor gloria de los intereses electorales del partido
en el gobierno. Cualquiera que sea ese partido.
El
crédito bancario pasó de 289.827 millones en 1995 a 1.837.043 millones en 2009,
es decir aumentó la módica cantidad de 1.547.216 millones de euros (1,5 veces el
PIB anual actual). La mayor parte dirigido a nuevas hipotecas (962.532
millones). Desde otra perspectiva, el saldo de crédito pasó del 64,8% al 175,3%
de un PIB que se retroalimentaba con esos crédito para conseguir tasas anuales
de crecimiento muy superiores a su potencial (o lo que es los mismo, un ritmo
sano que no le genere desequilibrios internos en empleo, precios, balanza de
pagos).
El
Banco de España encargado de la regulación y supervisión se mantuvo
impertérrito ante un crecimiento anual del 20,3% nominal de los préstamos
hipotecarios. Hay que imaginarse que a los dos Gobernadores, Sr. Caruana y Sr.
Fernandez Ordoñez, les parecería normal esa evolución que, sin embargo, a otras
personas, les generaba una profunda preocupación.
¿Quién
eligió al jefe de los reguladores? ¿qué intereses defendió ese jefe?. El tiempo
confirma algunas inquietudes. Eran bastante poco confesables y, desde luego, lejanos de
los intereses de la población en general y del futuro del país en particular.
Objetivos ambos que la política con mayúsculas y el sentido común, sitúan en
lugares prioritarios de la acción de gobierno.
Los
préstamos hipotecarios aumentaron 644.144 millones de euros en la etapa
2003-2009. Un periodo de gobierno del Partido Socialista (PSOE) con José Luis
Rodriguez Zapatero al frente, quien a coro con algunos de sus ministros y contando con el silencio interesado de la intelectualidad afín , aseguraba
muy a menudo estar cambiando el modelo productivo español. La evolución de la
masa monetaria confirman lo contrario, la burbuja se inflaba a un ritmo muy
superior al de años precedentes y, por consiguiente, lo que se estaba haciendo
era exprimir ese modelo tan criticado en público.
Algunas
fuentes muy afamadas, como es el caso del Premio Nobel Paul Krugman, afirman
que el sistema fiscal español no tenía desequilibrios en ese tiempo y que ha
sido la posterior crisis, el origen de sus problemas. Casi presentan el caos
español como un ejemplo de bien hacer al subrayar que incluso llegó al
superávit al final del periodo expansivo. Desde otra perspectiva, se puede
comprobar que el sistema fiscal español no sufrió desequilibrios durante la
etapa expansiva, es decir, no incurrió en déficits excesivos, porque dispuso de
ingresos extraordinarios que le permitieron afrontar más gastos ordinarios. Recalificar
un metro cuadrado de suelo no aumentaba la producción, pero en cambio se
convertía en la base imponible de 5 o 6 tributos. Cuando estalló la burbuja, estos
ingresos cayeron en picado. La base tributaria era falsa, tanto como el precio
al que se vendían las viviendas, tan lejanos a los ingresos medios de las
personas corrientes, es decir, el salario de los trabajadores.
Es
cierto que el gasto público español es inferior a la media de la zona euro (3
puntos del PIB en 2011) y que la falta de recaudación de los ingresos públicos
es inferior en 9,7 puntos del PIB en este momento, pero ¿quién destruyó la
capacidad de recaudación? ¿quién creó un sistema tributario desequilibrado en
relación con el nivel de gasto? La malvada derecha en su feroz defensa del
neoliberalismo, seguro que apoyaba esta práctica. Aunque fueran ayudados -con
mucha diligencia- por los sucesivos gobiernos que decían estar cambiando el
modelo productivo aunque tampoco fueran capaces de modificar la fórmula de
cálculo del precio de la electricidad creada por el gobierno del Partido
Popular que aún ahora sigue provocando déficits tarifarios y subidas continuas
de la luz. ¿Sería pensar mal que los dos ministros de economía que no supieron
encontraron la fórmula formen parte ahora del personal de dirección de una de
esas compañías?. Compañía por otra parte que ha acabado en manos de capital extranjero
después de un proceso que tuvo como origen destituir a su presidente porque era
amigo del anterior presidente de gobierno.
Los
muchos responsables de los variados niveles de gobierno (estatal, autonómico y local)
pertenecientes a diferentes partidos eludieron dedicarse al análisis del origen
de los ingresos. De haber dedicado el tiempo necesario a este afán se habrían
dado cuenta que la mayor parte de los ingresos tenía un origen extraordinario,
porque todas las burbujas tienen esa característica de hecho extraordinario.
Pero no fue así, miraron hacia otro lado y apadrinaron gastos muy alejados de
la necesidad de la población. Sí, alejados de su necesidad y, sobre todo, de
sus posibilidades aunque una parte de la población los demande. Aeropuertos sin
aviones, trenes de alta velocidad a cualquier lugar que se precie,
universidades al lado de los alumnos aunque no alcance la mínima masa crítica para
garantizar la excelencia y costes razonables, hospitales en lugares con
reducida población, palacios de congresos sin sentido, y contratación de
personas por encima de las necesidades reales de la administración o peor, en lugares
distintos a donde se necesitan.
La
experiencia reciente incentiva a pensar sobre los conceptos teóricos de la
economía pública. La justificación de la presencia del sector público en las
relaciones económicas aparece con la detección de fallos en el funcionamiento
del mercado, y tiene como objetivo mejorar la eficiencia y de la equidad.
Conviene huir del maniqueísmo, El sector público, de igual forma que la
iniciativa privada, no es siempre superior a la pública como afirman otros, no
produce bien en sí mismo, también deben ser evaluables los efectos benéficos de
su presencia para la mayoría.
Los
ingresos extraordinarios no solo sirvieron para realizar gastos extraordinarios
sino también para aumentar gastos ordinarios, porque a los empleados públicos
hay que pagarlos y la mayor parte de las infraestructuras necesitan
mantenimiento.
Algunos
de los economistas que ahora se muestran muy preocupados por la salud del país,
los mismos que imagino por casualidad comparten esa amnesia temporal en el análisis de las causas, se mantuvieron callados durante la etapa
expansiva, poniéndose de perfil ante el profundo deterioro de los fundamentos
de la economía española. Igual que miembros destacados de los órganos de gobierno
o cargos de representación de los principales partidos políticos y otros
lugares de relieve.
España
había pasado de ir bien con Aznar, a ir todavía mejor con Zapatero, aunque el
modelo de funcionamiento fuera exactamente el mismo. Se puede aplicar el dicho:
no hay nada que ver cuando no se quiere mirar, o incluso este otro: cuando
gobiernan los míos las cosas siempre van bien.
Las
soluciones a los problemas actuales son muy complicadas porque se han agotado
todos los márgenes y, sobre todo, porque hemos quebrado la confianza de quienes
deben apoyarnos. La propuesta al uso es la aplicación de políticas de
crecimiento. Pero, cuáles en España donde tenemos overbooking de aeropuertos,
puertos, autovías, trenes de alta velocidad y más complementos. Por ejemplo,
exceso de campus universitarios, casi en la misma dimensión que falta de
excelencia de la enseñanza que se imparte. La elección de las inversiones
adecuadas a las necesidades prioritarias es imprescindible.
La
"gorda" como la llaman despectivamente algunos analistas y
tertulianos, tiene la culpa de todo. Es cierto que aplica condiciones luteranas
a la concesión de ayudas, pero también es cierto que la mutualización de
riesgos necesita de la credibilidad de todos los socios. No es el camino afirmar un día
que se cumplen las condiciones de déficit en 2011 y aparezcan al final del
ejercicio casi 3 puntos del PIB más; tampoco lo es que el control de los
diferentes niveles de gobierno aparezca como una quimera porque como decía el
anterior Presidente, ya tienen transferidas las competencias y, por tanto, no
es de mi incumbencia.
El
estado descentralizado español no tiene porqué funcionar así; más al contrario
la autonomía financiera debe ser compatible con la defensa de los intereses
comunes de la población de todo el territorio. La corresponsabilidad abarca
todas las materias de gobierno, sin por ello quebrar la diversidad en el
desarrollo de las competencias.
El
tejido productivo español es competitivo -no todo, pero sí una parte
significativa, entre otras cuestiones porque ha desaparecido la que no lo era.
El problema estriba en su dimensión para generar la ocupación que necesita un
país que, además, ha aumentado su población en 6 millones de habitantes en la
última década (el ministro Caldera apoyado por el también Ministro Sebastián
afirmaban que cabían 5 millones más).
Podemos
aspirar a ampliar el calendario de saneamiento de las cuentas públicas en un
año (dos en un milagro), podemos aspirar que los países más sanos aumenten su
demanda interna y podemos aspirar que nos compren la deuda soberana (el MEDE e,
incluso el BCE) para reducir el precio de financiación; pero no será suficiente
para salir de la crisis. España necesita a corto plazo un muy fuerte control de
precios, es decir, una bajada de precios en comparación con la zona euro, que
implica menores rentas para todos (salarios y beneficios distribuidos) y
necesita mucho aumentar sus ingresos públicos. Para esto último, hay que hacer
pagar a los ricos, pero no es suficiente tenemos que pagar más todos, en
especial ese colectivo que ha conseguido acuñar posición de víctima cuando es
el que más defrauda y peores condiciones laborales mantiene. Sí, me refiero a
profesionales y empresarios que declaran rentas por debajo de sus asalariados y
colaboran activamente al con IVA o sin IVA, al que por otra parte asumimos sin
recato la mayoría. Alemania tiene normas tributarias similares a las españolas
y recauda 10 puntos más del PIB (110.000 millones en España). La causa es
evidente. Por cierto, desde la economía sorprende que en un país con impuestos
similares y salarios más elevados los precios sean similares a los de Madrid,
incluso inferiores en algunos servicios. La clave puede que esté en el coste
del alquiler, y la causa que disponen de políticas públicas que apoyan el
alquiler no el enladrillamiento compulsivo de tierra, mar y aire como se ha
mantenido en España desde la dictadura.
La
economía española necesita cirugía precisa, pero también necesita limpieza en
los gastos para reducir el fuerte clientelismo. La igualdad se ha tornado en igualitarismo que protege los privilegios de los peores con el apoyo del bloque
contra el neoliberalismo, de igual forma que quienes claman por la competencia
presionan a la vez por mantener un privilegio monopolístico para blindar su
beneficio.
Una
pequeña reflexión, lo que ha sucedido es muy grave. Tiene responsables
identificables a los que sería conveniente demanda su parte de culpa para
legitimar las instituciones, pero sólo puede haber alcanzado este nivel con la
connivencia de la mayoría. El dinero fácil y la comodidad que alimenta, aligera
y duerme las conciencias hasta crear una cultura laxa. Algo parecido al
pensamiento líquido.
El
tiempo actual permite recordar el verso de Machado: el vano ayer engendrará un
mañana vacío. Tenemos que llenarlo con otra cultura llena de un esfuerzo activo
y generoso no solo con los intereses particulares, responsabilidad de las
actuaciones y solidaridad en el desarrollo de aquellos conceptos comunes que
permitan el progreso de una sociedad donde las personas puedan vivir de manera
razonable.
Una
adenda, quienes denunciaron la situación en tiempo y forma son personas poco
conocidas; los que se callaron asintiendo ante el poder de los jefes de la
tribu, son famosos, ricos y se mantienen bien colocados en el altar de alguna
de las ideologías. La vida continúa pero como es lógico dentro de la condición
humana, no siempre de manera justa en el reparto de halagos y esfuerzos.
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