Uno de los principales
objetivos de la negociación colectiva es conseguir un grado adecuado de
flexibilidad interna, es decir, acomodar el uso del factor trabajo (salarios y
condiciones) a la evolución de la actividad en la empresa (ventas, beneficios,
planes de inversión para fortalecer o ampliar la capacidad de producción). El
concepto tiene un doble sentido: la empresa puede adecuar el factor trabajo a
sus necesidades, sobre todo cuando las cosas van peor, a cambio que los
trabajadores puedan participar activamente en el desarrollo del proyecto
empresarial y acceder a las ventajas cuando las cosas van bien. Un adecuado
grado de flexibilidad interna prima el ajuste por precio (salarios y
condiciones de trabajo) frente a la cantidad (empleo). El acuerdo de Renault es
uno más de los que se han aplicado en el marco laboral español desde hace
tiempo porque en este tipo de empresas, de gran dimensión, se dan las
condiciones (y se han trabajado por ambas partes) para disponer de una
negociación colectiva amplia y profunda.
Desgraciadamente, la
dimensión de la mayor parte de las empresas españolas y una normativa que
apostaba por la flexibilidad externa (temporalidad como elemento de ajuste) ha
restringido mucho el desarrollo de una actitud más cooperativa. La reciente
reforma laboral ha deteriorado severamente la posibilidad de extender la
flexibilidad interna en el tejido productivo español al desequilibrar el poder
a favor de unas partes, la empresa, e, incentivar los proyectos de corta
duración y altos beneficios inmediatos apoyados en la competitividad a través
de malas condiciones de trabajo y salarios bajos.
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