La dramática evolución de la economía española
desde el inicio de la crisis, en especial por el aumento de personas en
desempleo, impulsa el intento de identificar por lo menos a grandes rasgos los
cambios sufridos por el tejido productivo, con el propósito de ayudar a buscar
soluciones que faciliten una mejora de la situación. La entrada anterior en el
blog concentraba su atención en la amplia diferencia entre la destrucción de
empleo y la caída de la producción desde 2008 y señalaba la influencia de un
efecto sustitución entre sectores provocado por la pérdida del excesivo peso de
la construcción.
Después de su publicación se me han ocurrido
nuevas ideas de estudio para conocer más la actual situación. Creo que para
hacerse una idea de cómo funcionan las cosas ahora merece la pena conocer la
evolución de los grandes agregados (consumo e inversión), al igual que del
saldo con el exterior tomando un periodo más amplio que la simple coyuntura.
También puede ayudar saber cómo han evolucionado las diferentes ramas de
actividad ante la crisis porque esa estructura condiciona la posibilidad de
generar nuevos puestos de trabajo. Además, considero de especial importancia la
magnitud de las cosas en el análisis económico, algo que se ha comprobado en la
actual crisis que no se puede entender sin entender la dimensión de la deuda
acumulada. Con este propósito mientras preparaba la próxima clase que trata
precisamente de la oferta productiva española, me ha parecido interesante
observar la evolución de la composición del producto nacional (renta) en la
etapa 2008-2013 desde los grandes componentes de oferta y demanda (previsión
para 2013 a partir de información conocida a fecha de hoy).
Una primera cuestión que salta a la vista es la
abultada diferencia de comportamiento de la construcción al analizarse desde la
demanda (inversión) al casi duplicar su caída respecto a la perspectiva de
oferta, es decir, cuando se mide su incidencia en la producción nacional
(-116.146 millones de euros frente a -61.326). Se me ocurren dos explicaciones:
las importaciones asociadas a las obras de construcción y los elevados precios
finales de venta de las viviendas en el componente residencial. Esta gran diferencia,
de paso puede ayudar a explicar la disminución de la remuneración de los
asalariados durante la etapa expansiva al haber correspondido una parte de la
renta a operaciones inmobiliarias que no tenían nada que ver con la producción
física del bien vivienda (donde trabaja la gente).
De todos modos con independencia de las causas, conviene
destacar que el derrumbe de la inversión en construcción explica las tres
cuartas partes de la caída de la demanda interna española en la etapa 2008-2013
(73% del total de -158.990 millones de euros), con un muy inferior protagonismo
del resto de las inversiones que caen poco más de una décima parte que las dirigidas
a la construcción ya sea civil o residencial (-15.218 millones de euros).
Similar evolución se observa en el consumo
nacional que aunque tiene un descenso más acentuado (-22.753 millones de euros)
es cinco veces menor a la caída de la inversión en construcción. El ochenta por
ciento de la disminución del consumo se concentra en el componente privado
(-18.209 millones de euros), mientras que el público se ha reducido
significativamente menos en el conjunto del periodo (-4.053 millones de euros)
aunque este resultado sea consecuencia de un ir y venir bastante más acusado
que el observado en el componente
privado. Me explico, entre 2008 y 2010 el consumo público aumentó
significativamente (+12.508 millones de euros), en 2011 más o menos se mantuvo,
para después caer en picado en los dos años siguientes dentro de la
intensificación del proceso de disminución del déficit público.
En definitiva tomando en cuenta el valor absoluto
de los distintos componentes de la demanda nacional, el derrumbe de las
inversiones en construcción consecuencia del pinchazo de la burbuja de precios
en la vivienda residencial, la desaparición del abundante y fácil recurso al
crédito y la paralización de la obra civil para reducir el también abultado
déficit público que llegó al -11,2% del PIB en 2009, es la causa principal del
hundimiento de la demanda interna. Hay que calificar casi de milagro la
evolución del consumo en esta etapa cuando se han destruido 3,6 millones de
ocupaciones aunque la explicación se puede encontrar en la caída de la tasa de
ahorro de las familias en 3,4 puntos del PIB (del 8,8% al 5,4% del PIB), es
decir, una pérdida de más de una tercera parte del ahorro anual que tenían
antes de comenzar la crisis.
La pérdida final de producción (y de renta) de la
economía española (-62.829 millones de euros) se ha limitado a menos de la
mitad de lo que indica la demanda interna gracias al magnífico comportamiento del sector
exterior (la mejora asciende a 90.358 millones de euros), más por el aumento de
las exportaciones (+62.531 millones de euros) que por la disminución de
importaciones (-28.007 millones de euros), es decir, a pesar de quien se empeña
en ignorar este dato, la mejora en la capacidad de vender nuestros productos al
exterior explica el 69% del cambio en el saldo con el exterior que había
alcanzado un insostenible signo negativo en 2008 (-5,8% del PIB).
De hecho, el desequilibrio con el exterior era la
principal vía de agua de la economía española que mantenía una tasa artificial
de crecimiento anual gracias a la acumulación de deuda con terceros que, por
otra parte, nos financiaban generosamente en un ejercicio poco prudente de
gestión de su riesgo. La crisis financiera aceleró el proceso de cambio al
cerrar las vías de financiación y obligar a España a encontrar una posición más
equilibrada que se concreta gracias al ingente esfuerzo realizado, más por unos
que por otros, en un superávit en la balanza de bienes y servicios del 3% del
PIB en 2013.
La observación de la evolución de la oferta
productiva española durante la crisis, es decir desde donde se produce, también
nos enseña cosas interesantes. La caída en la producción en la etapa 2008-2013
(-62.829 millones de euros) es consecuencia de la mala evolución de algunos
sectores pero también de la mejora en
otros. El peor comportamiento, muy lejos del resto, corresponde a la producción
del sector constructor (-61.326 millones de euros) aunque recuerdo que no es la
mitad de malo que la inversión en construcción, seguida de las actividades
financieras (-15.878 millones de euros) en lógica con la sobrecapacidad
acumulada en la burbuja (construcción de casas, obra civil no siempre
justificada por la necesidad o la oportunidad y muchos préstamos bancarios). Pero
también ha respondido mal ante la crisis el valor nominal de la industria
manufacturera (-14.019 millones de euros). Aunque resulte raro, es compatible
un menor valor de la producción con un incremento de sus exportaciones en el
caso de haber utilizado una bajada del precio de los productos para mejorar la
cuota de mercado en el exterior (acentuada por la apreciación del tipo de
cambio de euro) que cubra la disminución interna de ventas y, de esta forma
mantener o incluso aumentar el número de unidades producidas. No se puede
comprobar pero cabe pensar que de no haber reaccionado de esa forma, la pérdida
en el valor de la producción de la industria manufacturera hubiera sido mayor y
también la destrucción de empleo (análisis contrafactual). A la vez, también es
posible pensar que los precios utilizados en el mercado nacional en la época de
vino y rosas eran excesivamente altos sin señalar donde estaba la causa (salarios/beneficios).
Volviendo a las magnitudes, la mala evolución en
el valor de estas tres ramas de actividad supera el descenso del valor total de
la producción (-91.223 millones de euros). No ha sido así porque ha crecido el
valor de la producción del comercio, hostelería y transporte (+10.356 millones
de euros), los bienes y servicios producidos por las administraciones públicas
(+4.487 millones de euros) y las actividades artísticas, recreativas y de
entretenimiento (+3.800 millones de euros).
Hay otras dos ramas de actividad que han aumentado
su valor nominal pero que por diferentes razones necesitan un análisis
específico. La producción de energía eléctrica y distribución de gas ha
mejorado su valor nominal en esta etapa (+6.954 millones) pero es conocido que
la mayor parte se debe a un fuerte incremento en su precio e, injustificado
siguiendo las leyes del mercado, a la vista de la reducción de la oferta
durante con la crisis. El valor nominal de las actividades inmobiliarias también
ha crecido bastante (+9.269 millones de euros) pero en este caso se trata de
una renta imputada a la vivienda en propiedad que mayoritariamente tenemos los
españoles, es decir que aunque cumpla su función estadística, en la práctica es
una producción ficticia.
No es demasiado arriesgado realizar un cálculo sin
estos dos últimos epígrafes que ampliaría en un 2% el descenso de la producción
nacional medido en términos nominales (del -5,7% al -7,7%). La influencia de estas dos ramas de actividad
sobre el empleo es diminuta porque el primero es muy intensivo en capital, es
decir, tiene pocos empleados y, por tanto, una productividad por empleo
disparada, y el segundo, como es obvio, no emplea a nadie.
La estructura del tejido productivo español se ha deshecho
del excesivo peso del sector constructor y mantiene la pérdida de peso de la industria
manufacturera aunque en un porcentaje inferior (- 0,6% en 2008-2013) que el soportado
desde 1985 (ha bajado del 25,7% al 13,2% del PIB). A cambio engorda la rama de comercio,
hostelería y transporte (gana 2,6%), el sector de administraciones públicas (+1,6%),
actividades artísticas y recreativas (+0,6%) y actividades profesionales (+0,4%).
Por supuesto gana posiciones las actividades inmobiliarias (+1,6%) si bien buena
parte de los cambios están influenciados por el efecto composición que genera el
severo descenso de la construcción.
A pesar de las mejoras conseguidas para competir con
terceros y el avance en productividad por hora trabajada –en su mayor parte
consecuencia de la destrucción de ocupación-, el panorama no es muy favorable
para hacer frente al principal objetivo de la sociedad española: crear empleo.
En esta situación conviven dos tipos de propuestas, la que aboga por una
expansión de la demanda y quienes consideran necesario profundizar en las
políticas de oferta –léase menores salarios aunque estas políticas dan mucho más
de sí-. Las primeras se enfrentan a serias restricciones que van desde la poca
aceptación de su propuesta de los países con fundamentos macro más sanos, a la
necesidad de sanear las cuentas públicas pasando por la posibilidad de volver a
incurrir en déficits en la balanza de pagos que nadie financia. Las segundas
pueden no funcionar cuando no se alcanza el necesario encadenamiento de
decisiones (↓rentas;↓precios, ∆inversión, ∆empleo) además de tener el peligro
de generar una redistribución de renta en contra de los más débiles. Ambas
propuestas están penalizadas por el exceso de deuda (privada y pública) y el
insuficiente ahorro nacional. Con estos condicionantes, se trata de encontrar
la mejor alternativa dentro de los estrechos márgenes. Me da por pensar que un
mayor consenso en la sociedad ayudaría bastante en el intento.
Excelente análisis.
ResponderEliminarOpino que al final la decisión será política y no económica, por lo tanto tardía, parcial y subjetiva, carente de visión a largo plazo y en un contexto de presión social en aumento, por lo que seguiremos criticando desde cualquier medio disponible al gobierno (sea quien sea el que gobierne) y aguantando el chaparrón de subida de impuestos, pérdida de poder adquisitivo, retroceso en salarios y derechos sobre el empleo, incapacidad de ahorro y pesimismo generalizado; mientras algunos sectores (directivos y enchufados) siguen sonriendo en los medios y explicando los planes de los que carecen para solucionar unos problemas que no comprenden.
Agradezco profundamente tu esfuerzo para que entendamos que está ocurriendo realmente.
Gracias.
Muchas gracias por tu elogioso comentario. Espero que conocer mejor la realidad nos ayude en la tarea de buscar soluciones adecuadas para crear empleo y mejorar la calidad de vida de las personas
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