domingo, 8 de marzo de 2015

Cuánto de cierto hay en el cambio del modelo productivo

La Contabilidad Nacional Trimestral de España ha facilitado recientemente la evolución de algunas de las principales cifras macro de la economía española correspondientes a 2014. El cambio más publicitado en los medios de comunicación ha sido el signo positivo en la tasa anual de actividad representada por el crecimiento del PIB (1,4% real) después de cinco años con resultados negativos, es decir, de sufrir una profunda recesión. 

La mejora en la actividad ha estado acompañada de una cantidad importante de creación de empleo (+1,2% en media anual los ocupados equivalentes a tiempo completo) en relación con la actividad, de manera que la productividad alcanzada ha sido pequeña (0,2%). Esto quiere decir que salvo que se modifique la anterior distribución de renta entre factores, hay poco nuevo dinero para retribuir a los factores. Menos aún si el cálculo se realiza en términos nominales porque la productividad (aparente del factor trabajo) entonces alcanza un signo negativo (-0,3%) y con ella el nuevo dinero disponible para retribuir al trabajo y capital. 

Es cierto que el relativamente buen dato de empleo de 2014 puede estar influido por un efecto embalsamiento después de los fuertes ajustes realizados desde 2008 (reflejados en los intensos aumentos de la productividad pasiva) pero habrá que esperar un poco de tiempo para confirmar si se ha producido un cambio en la relación entre actividad y empleo.


Las buenas nuevas, magnificadas por unos y minusvaloradas por otros como es habitual en los cenáculos de palacio de acuerdo al papel representado como parte del gobierno o de la oposición, no impiden percibir los efectos devastadores de la recesión sufrida. La abultada e inaceptable tasa de desempleo (23,7% de la población activa) que muestra a 5,4 millones de personas sin capacidad de encontrar empleo con varios millones de ellas dentro de la categoría de larga duración, está acompañada de una producción nacional inferior en un -5,2% a la de 2008 (-57.738 millones de euros) que ha hecho retroceder la renta por habitante habitante (22.594,50 euros) a registros de 2003 cuando se deduce la inflación. La situación ha mejorado algo pero la crisis económica y social, por tanto, se mantiene. 

El crecimiento de la actividad registrado en 2014 ha estado apoyado en la demanda interna, es decir, el consumo, sobre todo su componente privado, y la inversión, en este caso los bienes de equipo y los productos de la propiedad intelectual, han abanderado la mejoría. El impulso de la demanda interna ha sido tan intenso que el tejido productivo español no ha sido capaz de absorberlo y nuevamente se ha echado mano de las importaciones de bienes y servicios extranjeros para satisfacer las nuevas compras mostrando la debilidad de nuestro tejido productivo. Las importaciones de productos extranjeros han crecido más que las exportaciones de los españoles y el crecimiento de la demanda interna (2,2%) no se ha visto traducido en actividad propia en ocho décimas (1,4%), que en última instancia es lo que nos interesa. Está bien puede ser que las inversiones en bienes de equipo y otros productos permita mejorar nuestro potencial productivo pero hay que comprobarlo.

La valoración de los resultados anuales podría ser, ha estado bien pero no del todo, porque de mantenerse esta tendencia la economía volvería nuevamente a transferir riqueza a terceros y acumular deuda en contrapartida. 

Las consecuencias no han sido graves porque la economía española tenía un colchón en su relación con el exterior que se había labrado en los últimos años. Conviene recordar que el enorme agujero acumulado en la balanza de pagos por cuenta corriente y capital durante la anterior etapa expansiva que llegó al -9,3% del PIB en 2007 fue cerrado con mucho esfuerzo gracias al crecimiento de las exportaciones (dos terceras partes) y a la reducción de las importaciones (una tercera parte) hasta alcanzar un superávit en 2012 (0,2% del PIB) que fue engrosado en 2013 (2,1% del PIB). Un drástico e imprescindible cambio en el que no fue ajeno el proceso de devaluación interna de precios, tan criticado por algunos haciendo abstración de la dramática situación de la economía española. Un proceso que muestra un tejido productivo competitivo pero insuficiente para generar el empleo que necesita la sociedad española y para remunerarla mejor.   


Bueno, pues en 2014 nos hemos merendado tres cuartas partes de ese colchón, pero aún así el saldo en la balanza de pagos por cuenta corriente y capital sigue siendo positivo aunque en un porcentaje reducido (0,5% del PIB). Concentrando la atención en la balanza de bienes y servicios, es decir, sin tener en cuenta las rentas pagadas que en buena parte vienen determinadas por la gran deuda acumulada, su evolución en 2014 nos muestra que para aumentar la actividad el 1,4% hemos cedido un superávit con el exterior equivalente al 1% del PIB. De mantenerse esa tendencia, la economía española volverá rápidamente al déficit con el exterior y a acumular deuda con terceros. Una posición muy poco interesante cuando la actual se eleva a 1,7 billones de euros.

Afortunadamente en el presente ejercicio 2015 parece que se va a contar con un factor muy favorable, los bajos precios del petróleo incluso con un euro muy depreciado pueden reducir la factura energética en mas de 1 punto del PIB. Este hecho junto con las posibilidades de mejorar las exportaciones vía precio gracias precisamente a la fuerte depreciación del euro (casi un 20%) abre una ventana de oportunidad al sector exterior español en un contexto en el que se prevé una fuerte expansión en el ritmo de la demanda interna. 

De cumplirse los parámetros manejados por la mayoría de los analistas, la economía española tiene la oportunidad de superar una tasa del 2,5% real en 2015 sin incurrir en un déficit en la balanza de pagos. Conviene, sin embargo ser conscientes de la fragilidad de los cimientos cuando se funciona dentro de una economía global, es decir, cuando se tiene en cuenta que no solo vale el crecimiento de la demanda interna (consigna de los profetas de la expansión sin límite) sino que se debe conseguir un equilibrio en las relaciones con el exterior (todo aumento de la demanda interna debe tener una contrapartida en una mejora de tu propia oferta). En el mejor de los casos el precio del petroleo puede que se mantenga en 2016 pero al no disponer de un nuevo margen de bajadas, se corre el riesgo de volver a tener necesidad de pedir prestado porque el sector exterior vuelva tener saldo negativo. Si el precio subiera, algo que no se debe descartar cuando los implicados en la decisión de bajada de precios consigan sus objetivos (penalizar Irán y el fracking), las consecuencias para España son evidentes.

Un aviso, por tanto, con la actual estructura productiva española es posible crecer a corto plazo y a buen ritmo, pero se atisban dificultades en un periodo no demasiado largo de tiempo. Se necesita un buen plan para conseguir crecimientos sostenidos en el tiempo, si es posible que no se apoye en el ejercicio de desear cosas buenas, bonitas y baratas, sin incluir la necesidad de esforzarnos todos.     






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