Opinión escrita el 2 de octubre de 2017
La visión de policías cargando contra personas indefensas constituye una situación dramática que repele siempre a las buenas personas y suele generar un posicionamiento con el más débil.
Es obvio decir que la violencia siempre es rechazable y que se debe hacer todo por evitarla, más todavía cuando empaña la imagen de tu país. No obstante, no hay que quedarse en lo superficial y utilizando la prudencia no concluir que el lugar donde se han producido es una dictadura represiva o repartir el papel de buenos o malos sin antes dedicar el tiempo suficiente para conocer un poco más a fondo el contexto y si es posible el fondo de la cuestión.
Cuando se llega a una situación así, las responsabilidades están muy repartidas por acciones activas o pasivas. En este reparto no se puede obviar la actuación continuada de un gobierno irresponsable, el de la Generalitat de Cataluña que ha convocado un referéndum de independencia sin tener en cuenta la opinión del resto de los españoles con los que llevan conviviendo cinco siglos. Violentando no solo la Constitución española sino la de su propio órgano legislativo de autogobierno al aprobar con mayoría simple esta grave decisión cuando necesita dos terceras partes para nombrar el director de la radiotelevisión.
Se han cometido muchos errores, entre otros no desmontar en tiempo y forma las falsedades del “proces” (muchas y variadas) pero no se pueden obviar los intereses de los patrocinadores que en última instancia, no quieren compartir su riqueza con los territorios más pobres. Cataluña genera el 21% del PIB español con el 16% de la población.
Por poner un ejemplo más cercano es como si el territorio más rico de tu país se quisiera secesionar del resto porque es más rico.
Con un argumento adicional, no menor en calado. La comunidad autónoma de Cataluña tiene un nivel de autogobierno sin parangón en los estados federales del mundo. Entre otras tiene competencias exclusivas en sanidad, educación, servicios sociales y orden público. A ellas hay que sumar infraestructuras, medioambiente, empleo y un largo etcétera. España es un país muy democrático y muy descentralizado en el reparto de competencias en los distintos niveles de gobierno.
Cataluña dispone, por tanto, de poderos instrumentos para determinar una buena parte de las políticas de gasto e ingresos y está en las antípodas de estar sojuzgada por el opresor estado español.
Por último, la democracia no es solo votar o visto desde el otro lado, votar no significa siempre democracia. El mejor ejemplo son los referéndums de la dictadura franquista que tenían muchos votos (por miedo) y por supuesto un porcentaje desproporcionado de apoyo.
La democracia significa dotarse de normas de convivencia asumidas mayoritariamente aplicadas bajo la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).
Democracia no es hacer lo que quiera solo una parte por muy agraviada que se sienta sin contar con el resto porque se auto atribuya ser dueño de la verdad absoluta. Es más, esa conducta (encubierta bajo el derecho a votar) no solo no es democrática sino que se acerca mucho al totalitarismo, tal y como lo sufren muchos ciudadanos que viven en Cataluña y no comulgan con el independentismo.
Estoy seguro que se pueden mejorar muchas cosas y reparar errores y daños del pasado, pero para dialogar hace falta transigencia por las dos partes y no asumir como cierto un cuento por el que fuera de un país, cuando seas independiente, vas a ser más alto, más guapo y más rico porque vas mantener inalterable tu estatus quo (imposible ante su segura salida de la UE y la consiguiente imposición de aranceles que reducirán sus exportaciones) y además vas a recuperar todo lo que te roban.
Juntos somos más y sobre todo somos mejores, pero para solucionar los malentendidos, las aportaciones deben llegar de los dos lados.
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